jueves, 30 de agosto de 2012

Europa (5)


Llegué temprano a la estación de Budapest, el tren salía hasta la 10:30 de la noche. Como aún tenía florines húngaros me compré una hamburguesa en el McDonald’s que estaba cerca de la estación y me regrese a comérmela a la estación. Cerca de la hora me acerqué al tren para buscar mi vagón. Cómo era tren nocturno había pedido cama. En algún momento me imaginé que iba a tener una especie de habitación sólo para mí pero cuando llegué a donde me tocaba resultó que compartiría el “camerino”. Cuando llegué solo había un señor rumano. Más tarde llegó un joven de veintitantos cuya nacionalidad no adiviné. Justo unos instantes antes de que el tren partiera llegó una señora rumana. Peculiar grupo de personas el que me había tocado. La mayor parte del tiempo que estuvimos despiertos no hubo conversación. –Benditos audífonos – pensé.

Después que partió el tren estuvimos despiertos hasta la media noche. Yo fui el primero en ocupar mi cama, era una de las de arriba. Me subí como pude, creo que ya no soportaba la falta de plática, ¡ja!. Acomodé mi maleta como pude y me dormí.

Más tarde, me despertaron los gritos de los policías aduanales rumanos que pedían los pasaportes. Al parecer todavía se creen en tiempos de la guerra fría. Detuvieron el tren alrededor de media hora mientras revisaban los pasaportes. Finalmente nos los devolvieron y el tren continuó el viaje. Yo volví a dormir.

Habré despertado por ahí de las 10 de la mañana, aún faltaban cuatro horas más de viaje para llegar a Bucarest. Me vestí en el pequeño espacio que tenía y me senté con mis compañeros de camerino. Para escaparme un rato de ahí me fui a desayunar. El desayuno fue bastante simple, un té y una galleta. Me lo imaginaba más abundante. Ni modo.

El paisaje que se podía admirar era bastante llamativo. De repente montañas escarpadas, de repente bosque, a veces pradera. Dormí un rato más mientras escuchaba música.

Al fin llegamos a Bucarest, era alrededor de las 2:30 de la tarde. La estación de tren era bastante simple. Otra vez necesitaba encontrar el metro. Caminé fuera de la estación y encontré la entrada al metro, pero aún no tenía dinero rumano. Alguna vez había leído de lo habilidosos que son en Rumania y Bulgaria para robar dinero de los cajeros con dispositivos electrónicos. Lo primero que leí en la pantalla del cajero cuando lo encontré fue, precisamente, una advertencia al respecto. Me puse nervioso pero hice el retiro. Cómo la gente del hostal me había enviado un correo advirtiéndome de los abusos de los que eran presa los extranjeros preferí obtener cambio, así que comí algo en el McDonald’s de la estación de tren. Sin hambre y con cambio caminé al metro. Compré mi boleto sin mayor contratiempo y me fui a la estación que me indicaban en las instrucciones del hostal.

Después de un recorrido más o menos largo llegué a la estación indicada. Caminé a la salida. Resultó que estaba en medio de una zona habitacional promedio. Se me hizo un poco extraño. Regularmente los hostales habían estado situados en el centro. Pensé que probablemente me había equivocado, pero no, el nombre de la estación y la avenida en la que caminaba eran precisamente los que indicaban en la dirección del hostal. Continúe caminando acorde a las instrucciones pero no encontré la siguiente calle. Seguí un poco más adelante y nada. Comencé a preocuparme. Estaba por preguntar cuando recordé que en el celular traigo google maps ¡Duh!. Tardé en encontrar una red abierta pero al fin lo hice así que ubiqué la calle que no encontraba. Resultó que no estaba tan lejos. Unos minutos después estaba ya muy cerca del hostal. Como no tenía red y había gente les pregunté por la dirección. Resultó que estaba en la mera esquina. Descubrí que mi hostal era más bien una casa de huéspedes ubicada en un departamento rumano de los que habían sido construidos en la época del comunismo. No me fascinó del todo la idea, pero ya estaba ahí.

Toqué el timbre. Contestaron el interfón. Ya me esperaban. Me dijeron que subiera al octavo o noveno piso, no recuerdo bien. Entré al departamento. Me recibió el buen Constantin, el dueño del lugar.. Constantin es un rumano de unos cuarenta cuatro años que estuvo trabajando en cruceros después de la caída del comunismo. Ahora atiende este hostal junto con su madre y espera, un día no muy lejano, irse a vivir a Nicaragua y abrir un hostal en la playa.

Constantin me mostró el lugar y me explicó cuáles eran los mejores lugares para ver en Bucarest. Me dio algunos consejos y me preparó un Té. Bastante agradable. Me gustó el lugar y la hospitalidad, pero sobre todo la oportunidad de estar en un barrio en donde pudiera contemplar más de cerca la vida cotidiana en Rumania. Lo único que no me fascinó es que era el único huésped. No habría oportunidad de conocer a alguien ahí.

Después de haberme de haberme instalado completamente no tardé mucho en salir del departamento. Tomé mis mapas y me fui a conocer la ciudad.

El metro era el mejor medio de transporte en Bucarest así que me mantuve usándolo prácticamente todo el tiempo que estuve ahí. Lo primero que conocí fue la “Casa de Gobierno” de Bucarest que es el segundo edificio más grande del mundo después del Pentágono. Y si, una vez que caminas a su alrededor queda claro que lo es. 

Después estuve paseándome por las zonas aledañas al centro. Había muchos bares y mucha gente, a pesar de que era domingo. Llegué inclusive a la plaza de la Revolución de Bucarest, pero ya estando ahí recordé que no había comido entonces volví al centro. Encontré un lugar de comida árabe y fue ahí donde comenzó mi romance con los Kebabs de pollo ¡ja!. De verdad,  que rica y no tan cara comida. 

Para cuando terminé de comer ya era casi media noche, así que decidí regresar a la zona de bares esperando encontrar uno en el que pudiera “crashear” solo. Encontré un lugar bastante bueno que se asemejaba a un bar típico de la Condesa. Había bastante gente y buena música, así que me clave sin pensarlo más. De nuevo, la primera hora fue un poco lenta. Reconociendo el territorio. Había rumanas bastante atractivas y muy bailadoras. Di un par de vueltas dentro del bar, justo pusieron música para poder bailar de pareja. Comencé a sentir la necesidad de sacar a bailar a alguna de las chicas que me rodeaban. Pasaron unos segundos, vi una mesa de puras mujeres, me acerqué, le pregunté en inglés a una que si quería bailar y, sin pensarlo, accediól. Así fue cómo conocí a Andreaa, Ruxi y  Andrea (si, dos Andreas, ¡ja!). 

Pasé el resto de la noche con ellas. De hecho me invitaron a otro bar un poco menos agitado para continuar platicando. Ruxi fue con la que más platiqué. Resultó que los mexicanos y los rumanos no somos tan diferentes. En primer lugar, mi idea de que los rumanos eran pueblo eslavo fue desmentida, son un pueblo latino también. Recién cayó el comunismo, los primeros programas de televisión fueron telenovelas latinas, así que la mayoría de los rumanos entiende o sabe algo de español. Hay una fuerte influencia occidental, lo que según Ruxi, ha hecho que la juventud Rumana carezca de identidad propia. Estuvo muy buena la plática. Las acompañé al lugar donde cenarían, intercambiamos contactos de facebook y nos despedimos. Fue buena noche.

Regresé caminando al Hostal. El camino no fue corto pero me gustó ver Bucarest de noche. Una ciudad bastante tranquila.

Al siguiente día, fui a conocer varios de los sitios representativas de Bucarest: Iglesias irtidixas con más de doscientos años (Iglesa Stavropoleos), Ateneo Rumano, Museo Nacional de Arte, Jardines de Cismigiu, Casas de Música y Teatro, El Arco del Triunfo Rumano, Parques, etc. Fue otro de esos días que caminé cómo si nunca lo hubiera hecho en mi vida y, además, hacía un calor infernal. Nunca imaginé que Rumania fuera tan caliente en verano. Terminé tan cansado que ese día solo comí / cené y me regresé al hostal a la media noche.





Mi último día en Rumania fue tranquilo. Visité un par de parques más. La verdad es que los parques de Bucharest son bastante bonitos y tranquilos, perfectos para sentarse en el pasto a leer y escuchar música. Más tarde regresé a la zona de bares, comí y, aunque iniialmente pensé en regresar al Hostal temprano me metí a un bar que resultó tener Karaoke. Eso últiom fue el acabose. Me quedé más tiempo en el bar. Salí como a las dos de la mañana de ahí y llegué casi a las tres al hostal. Acomodé mis cosas, “dormí” una hora y Constantin me despertó para que tomará el taxi que me llevaría al aeropuerto.




Mi vuelo salía a las seis de la mañana. Llegué como a las 4:30 al Aeropuerto. Afortunadamente había hecho check in remoto así que tardé muy poco en pasar a la sala de espera. Dormí casi todo el vuelo de camino a Varsovia. Aunque solo fue hora y media.

Llegando a Varsovia no tenía muy claro que hacer. Una amiga me había puesto en conctacto con Ania, una polaca que había conocido en Suecia. Ania me ofreció quedarme en su departamento pero no nos pusimos de acuerdo en la llegada. Además, yo no conseguía internet en el aeropuerto. Me senté un rato y después ubiqué cuales eran las posibles alternativas de transporte. En mi paseo dentro del aeropuerto, de repente, vi una cara conocida. Era el buen Ignacio, el argentno de Viena. Volaba para Moscú. Pero como su vuelo aún tardaba fuimos a desayunar y platicamos sobre los otros destinos que habíamos visitado después de Viena. Conseguí internet en donde desayunamos y vi los mensajes que Ania me había mandado casi una hora antes. Me decía que si lograba llegar antes de las nueve me podría dar las llaves del departamento sino hasta las 6:30 de la tarde nos veríamos. Leí el mensaje muy tarde. Ania me indicó también como llegar a su casa del aeropuerto, así que eso simplificó la salida del aeropuerto.

Fui para su casa para reconocer el lugar donde iba a estar y dormir un rato en los autobuses. Fue bastante fácil dar con su casa. Como tenía mucho sueño busqué otro lugar donde dormir.... en la calle, ¡ja!. El departamento de Ania estaba muy cerca del estadio de Varsovia, el que construyeron para la Eurocopa. Así que me fui para allá. Eché un vistazo y vi que había unos jardines cerca del estadio, así que me eché en uno y me dormí un rato.



Desperté con un poco más de energía y me fui al centro de Varsovia. Ahí estuve dando la vuelta. Conociendo el Palacio de Gobierno y algunos otros edificios e iglesias. Me volvió a dar sueño y encontré unas bancas bastante cómodas cerca de la Universidad de Varsovia, así que me dormí otro rato ahí.


En mi camino al centro había visto algunos restaurantes que se veían bien. El hambre no tardó mucho en hacer acto de presencia. Así que después de mi siesta, regresé por el mismo camino para elegir un restaurante. Terminé en un restaurante de cocina mexicana, Frida, o algo por el estilo era su nombre. Comí unas empanadas y unas fajitas. No estuvo mal.  Terminé de comer y ya era hora para poder encontrar a Ania en su casa, así que agarré camino para allá.

Al fin pude conocer a Ania. La había visto en algunas fotos. Es más bonita de lo que me imaginaba. Me mostró el departamento que comparte con otra chica que en ese momento había salido de la ciudad. Bastante acogedor aunque, como ella misma decía, un poco oscuro. Acomodé mis cosas y pensaba en darme un baño pero antes, Ania me dijo que necesitaba ir al súper por que ya no había nada en el refrigerador, así que mejor la acompañé.

Caminamos al súpermercado. No estaba muy lejos de la casa. Empezamos por las frutas y verduras. Después hicimos una escala en la parte de bebidas, escogimos un vodka y unas cervezas. Me enseñó a decir “Con permiso” en polaco (Przepraszam), había mucha gente en la fila. Cómo gesto de cortesía pagué la cuenta del súper, que realmente no era muy cara. Eso hizo “enojar” a Ania. ¡Ah esas europeas tan independientes!, jaja. Me dijo que me odiaba y que no debía de haber hecho eso, jaja. Justo en esos momentos llegó una amiga suya, Olga. Ania sacó dinero del cajero y trató de pagarme (no importa la nacionalidad, que necias son las mujeres) pero le dije que no era necesario. Caminamos de regreso a la casa, mientras la tensión postpago del súper se alivianaba.

Ania preparó la cena, una pasta súper rica y, además, preparó una especie de licuado de naranja con fresas para mezclarlo con el vodka. Olga, Ania y yo platicamos por largo rato. Nos compartimos música, y hubo una canción en especial que marcó el tiempo en Varsovia, la canción favorita de Ania: Home de Edward Sharpe & The Magnetic Zeros. Nos fuimos a dormir por ahí de las dos de la mañana con algo de alcohol en la sangre y con una sonrisa después de lo platicado y vivido ese día.

Olga regresó a su casa al día siguiente. Ania y yo pasamos casi todo el día juntos. Me mostró alguno de los barrios de Varsovia. Ella iba en bicicleta y yo en patines. Tenía rato que no andaba en patines así que no fue tan sencillo. Nos paramos un par de veces a comer algo y mientras tanto, platicábamos de lo primero que se nos venía a la mente. De vez en cuando también me recordaba que me seguía odiando por lo del súper, ¡ja!. Y en otras ocasiones tarareábamos Home al ir pasando por las calles. Estuvo bastante chingón pasar ese día con Ania. De hecho, todo iba muy bien hasta que me dijo que tenía novio desde tres semanas antes que yo llegara (¡Qué chingadera!). La acompañé a casa de un amigo por un colchón inflabe pues otras amigas suyas llegarían de su pueblo natal. Esa parte fue la más difícil de andar en patines, de hecho, estuve por quitármelos pero resistí y logré llegar hasta la casa del amigo.

Para cuando llegamos a la casa del amigo de Ania, las otras chicas ya habían llegado a casa de Ania. Recogimos el colchón y nos apuramos. Las alcanzamos en un restaurante cerca de la casa de Ania. Moría de sed, pedí una cerveza que me supo como nunca antes una cerveza me había sabido. Ania me presentó a sus amigas, Ewelina y Edyta. Ellas serían las nuevas compañeras de fiesta para esa noche. Tomamos más cervezas y nos fuimos para el departamento.

En el departamento preparamos más bebida para mezclar con el vodka y también algo de comida. Llegó una cuarta amiga, Paulina. Me presenté con Paulina y las demás se empezaron a reir. Les pregunté a que se debía la risa. Resultó que mi nombre es el mismo del de un padrote polaco muy famoso. Les dio risa pensar que cuatro chicas estarían con un hombre con ese nombre. Ania me dijo algo así como “Hoy seremos tus putas”, ¡ja!.

Salimos más tarde del departamento hacia un bar al aire libre. Llevábamos vodka y además compramos algunas cervezas en el lugar. Buena platica y buena música en el lugar. Me la pasé bien, pero no tanto como cuando caminamos de regreso a la casa. En el camino de regreso Ania y yo comenzamos a correr y a jugar por la calle, nos cruzábamos sin importarnos mucho si venían carros o no. Obviamente los dos teníamos un nivel alto de alcohol en la sangre. Ewelina y Edyta solo nos veían, aunque más tarde me dijeron que dejara un momento sola a Ania. Pasamos por un Kebab. Ania y yo compartimos uno. Justo antes de comer, no lo pude evitar y traté de besarla. Su reacción no fue positiva, me dijo “no lo hagas, acuérdate que tengo novio” o algo así. Fue impulso, tenía ganas de hacerlo. Habiendo terminado de comer, retomamos la caminata hacia el departamento. Mientras que caminábamos Ania empezó a cantar “Home” otra vez. Mientras ella lo hacía yo aplaudía y le hacía coro. Ella sonreía. Las oscuras calles de Varsova se iluminaban con nuestra canción y yo siempre recordaré ese día como uno de los más chingones en Europa.

Al día siguiente Ewelina, Edyta y yo paseamos por el centro de Varsovia. Ania se quedó en casa para arreglar algunas cosas. El paseo por el centro estuvo bastante bueno porque era el día de la inauguración de la Eurocopa. Había chingos de gente y el ambiente estaba de lo mejor. Definitivamente estar en un evento de la talla de una Eurocopa o similares es una experiencai que se tiene que vivir.

Regresamos más tarde al departamento.Ania estaba con su novio. Se me rompió un poquito el corazón, ¡ja!. Acomodé mis cosas pues más tarde partía hacia Riga. Estuve un rato más con Ania, Ewelina y Edyta tomando vodka. Llegó la hora de partir. Me despedí de Eweilna y Edyta. Ania me acompañó a la parada del autobus. Le dije que había estado muy chingón conocerla y que ojalá algún día nos volviéramos a ver, le di las gracias por haberme dejado quedar con ella. Nos abrazamos y subí al taxi. Creo que pocas veces en mi vida me había costado tanto partir de un lugar.

Llegué a la terminal solo unos minutos antes de que el camión a Riga partiera. El vodka aún estaba haciendo efecto. Me puse mis audifonos mientras el camión comenzaba a moverse. Re: Stacks de Bon Iver se apoderó de mi desde ese momento. Haciendo un ligero recuento de lo vivido en los últmos días y con esa cancón de fondo fue inevitable soltar algunas lágrimas. Chnigonería total lo que pasó en Varsovia.

Dejo el video de "Home" que es una de las canciones más chingones que he escuchado en los últimos años. Pocas canciones describen tan claramente lo chingón de cuando encuentras a ese alguien con quien compartir la vida por el tiempo que sea.

Home is wherever I'm with you!

jueves, 9 de agosto de 2012

Europa (4)


Llegué a la estación de Tren de Praga esperando salir a las dos de la tarde pero nunca encontré el andén ni el tren que supuestamente me llevarían a Viena. Espere una hora más y partí a las tres de la tarde para Viena. El recorrido de Praga hacia Viena también fue bastante bonito, praderas verdes y ocasionalmente bosque.

Antes de llegar a la estación de Viene revise las instrucciones para llegar al Hostal. Como la estación principal estaba cerrada por obras, parecía que iba a ser muy complicado llegar al Hostal. Afortunadamente, resultó más sencillo de lo que pensé.  Únicamente tenía que tomar una línea del tren. Después de llegar a la estación, caminé tratando de encontrar el hostal pero no daba con la calle así que una vez más tuve que preguntar. No tuve mucha suerte con los primeros a los que les pregunté, de hecho no hablaban inglés solo alemán. Finalmente, en un puesto de revistas me dijeron que el hostal estaba a una, máximo dos cuadras del hostal.

El hostal resultó ser bastante grande y con bastante huéspedes. Pertenece a una cadena de hostales llamada “Wombats”, bastante buenos. Llegué a mi cuarto, acomodé mis cosas y conversé un rato con uno de los otros huéspedes que estaban en el cuarto, el buen Ignacio. Ignacio era un argentino que llevaba casi mes y medio viajando, muy buena gente. La conversación no fue tan extensa porqué tenía hambre así que me fui a buscar algo de comer. Encontré un McDonald’s  muy cerca del hostal así que ese día hamburguesa fue la comida. Terminé de comer y me fui a dar una vuelta para ver que bares había cerca. No encontré mucho, la mayoría eran cafés / bar, prácticamente vacíos o muy pequeños. Era lunes así que, probablemente, era una situación más bien lógica.

La última noche en Praga había conocido a una austriaca (Zara) que me había dado el nombre de buenos lugares para salir, así que fui en busca de ellos. Cómo tenía tiempo y quería conocer más de la ciudad decidí caminar del hostal hacia el lugar donde se ubicaban esos bares. El camino resultó no ser tan corto, pero tuve oportunidad de ver algunos barrios de la ciudad y, además, me encontré con un chingo de “Table dance” austriacos. Muy pintorescos porque tienen “vitrinas” desde donde te saludan las chicas y te invitan a pasar. Continúe caminando hasta llegar a los bares de los que me había platicado. Resultó que los bares eran más bien antros. Había bastante gente y buena música, así que me emocioné. Quise entrar a uno y no pudo, me dijeron que era “evento privado”. Fui a otro, y me dijeron que si no era estudiante no podía entrar. “Chale”, dije y me desesperé un poco. Pensé que la noche ya había valido madre, así que caminé de regreso al hostal. Topé otro antro del mismo estilo de los primeros, pero ya no me animé a preguntar así que continúe regresando. Era alrededor de la una de la mañana y aunque caminaba de vuelta al hostal, seguía necio a encontrar algún lugar para pasar lo noche. Por un momento, pensé en meterme a uno de los “teibols”, pero nah, el chiste era conocer a gente normal. De pronto, mis oídos percibieron el sonido de música bastante buena. Seguía la melodía y llegué a un bar, que aunque aparentaba estar vacío a la entrada albergaba a bastante gente joven n su interior. ¡EH!, había encontrado mi lugar. Pedí unos tragos y me puse a bailar. Había un chingo de chavas. La mayoría como de 21 – 22 años. El ambiente era hipster y la música estaba bastante buena. La pasé bastante bien ese día. Finalmente, terminé conociendo a la que, en un inicio, me pareció la mujer más linda del lugar. Natalia, era su nombre y hablaba español. De hecho, cuando empezamos a platicar estaba emocionada porque estaba conociendo a un latino.  Me la pasé bastante bien esa noche. Me gustó lo que pasó, de no tener ni un lugar a donde caer, terminé en lo que más bien fue fiesta de reencuentro de unos amigos de preparatoria de Austria y, no solo eso, sino que terminé con la chica más linda de lugar.

Al día siguiente, recién me desperté encontré a Ignacio aún en la habitación. Me platicó que iba a ver un castillo, me invitó. Cómo yo no tenía un plan muy definido y quería conocer también ese castillo (Schonbrunn) me fui con él. Nos aventamos unas pláticas bien interesantes tanto de Latinoamérica como de la perspectiva laboral y de vida en nuestros respectivos países. Resulta que este último punto no es tan distinto en nuestros países. El Castillo perteneció a la dinastía de los Habsburgo y tiene unos jardines y esculturas muy bonitos, creo que es uno de los lugares que deben ser visitados en caso de ir a Austria.





Después de ver el castillo caminamos de vuelta al Hostal. Ignacio continúo su camino hacia el Danubio, yo pasé un momento al Hostal, comí algo y me fui a otro castillo (Belvedere). Ese día caminé un chingo, para no variar, pero tuve oportunidad de conocer varios parques y edificios. El castillo también es bonito aunque es más pequeño que el Schonbrunn y, además, es gratis.





La noche de aquel día la pasé en el Bar del Hostal. Ahí conocí a unas canadienses bastante lindas aunque se fueron temprano, después me hice amigo de la bar tender (Julia) y, más tarde, conocí a María, una alemana e ingeniero químico que estaba ahí por algo de trabajo o al menos eso recuerdo. Más tarde me encontré con Ignacio y echamos unas chelas también. De hecho, ahora que recuerdo también me encontré con uno de los canadienses de Praga. Fue otra noche de lo mejor, Julia terminó más tarde conmigo.

Continúe conociendo el centro de Viena. Creo que es una de las ciudades más bonitas en las que he estado. Casi para cualquier lado que se mire uno encuentra algún edifico, iglesia o escultura a la cual sacarle foto. Además, tienen una cultura similar a la alemana en donde todo guarda un orden casi perfecto. La tercera noche no fue tan movida como las primeras dos, así que ese día dormí un poco más temprano.



Al siguiente día partí después del medio día reinicié mi camión hacia el este. Mi siguiente destino sería Budapest. No era un recorrido tan largo, alrededor de tres horas y media. No sabía que esperar de esas ciudad. En realidad nunca supe que esperar de alguna de las ciudades que visité. En general, no hice un investigación de lo que había en cada lugar sino que, más bien, esperaba hacer mi magia y dejarme sorprender por el lugar.

Recién llegué a Budapest percibí un cambio con respecto a las otras ciudades en las que había estado. La estación era más simple y de hecho se veía algo vieja. Lo primero que hice fue reservar mi lugar para el siguiente destino del viaje (Bucarest) pues tenía que tomar un tren nocturno para llegar allá. Una vez con mi boleto listo para Bucarest busqué el metro pues tenía que tomarlo para llegar al hostal. Esta vez la entrada al metro no estaba dentro de la estación de trenes. Salí a buscarla, mientras caminaba no pude dejar de notar que las húngaras son bastante guapas.  Encontré la entrada al metro unos cuantos metros fuera de la estación de tren. Afortunadamente cuando compré mi boleto para Bucarest, aunque había pagado con euros me dieron cambio en florines húngaros así que pude comprar mi boleto del metro sin problemas. Las instalaciones del metro húngaro lucen viejas e incluso un poco descuidadas, al igual que los vagones. Sin embargo, funcionan bien.

Mi recorrido en metro no fue muy largo. Llegué a una plaza donde debía tomar un tranvía que me dejaría a unas cuadras del hostal. Pensé en caminar por un momento, pero después de preguntarle a un señor si estaba cerca me sugirió que tomara el tranvía. La parada a la que tenía que llegar no resultó estar tan lejos como el señor lo sugirió. Al menos estuvo entretenido el paseo en tranvía. Tardé un poco en dar con el hostal. De nuevo me negué a preguntar y caminé sin estar seguro del rumbo. Cuando al fin pregunté, resultó que estaba caminando en dirección contraria a donde estaba el hostal.  Ya caminando en la dirección correcto no tardé más de diez minutos en dar con el hostal.

El hostal estaba en el segundo piso de un edificio y, de acuerdo, a lo que había leído el resto del edifico era un bar/antro, lo cual resultó ser cierto. Una vez instalado tomé un baño y me rasuré la cabeza. Después salí a dar una vuelta y a buscar donde comer. Terminé en un restaurante en una plaza equivalente a Coyoacán en Budapest. Ese día comí platillos húngaros tradicionales. Me gustaron. Después de comer, continúe caminando por los barrios aledaños al hostal hasta que llegó la noche.

Compartía mi cuarto con unas neozelandesas que me cayeron bastante bien. Lucy, Kirsty e Leigh eran sus nombres. La primera noche se quedaron a descansar pero prometieron que al siguiente día haríamos algo. Le pregunté al recepcionista del hostal si sabía de alguna buena fiesta, buscamos en internet y resultó que había un evento en un bar cercano. Hice tiempo caminando y después me lancé a la fiesta. El lugar resultó bastante pintoresco. El local eran los dos últimos pisos de un edifico abandonado. Lo que no estuvo tan padre es que fui el primero en llegar y aunque estuve casi un par de horas únicamente llegarían unas quince personas más. La música estaba buena pero sin personas no tenía caso que me quedara ahí por mucho tiempo.



Salí de ahí y caminé de regreso al hostal sin dejar de tratar de encontrar fiesta en algún lugar. No fue hasta que llegué al hostal que encontré el mejor lugar para quedarme, el bar que estaba debajo del hostal. Había mucha gente y, además, tenía diferentes secciones con diferentes tipos de música. Yo me quedé en donde estaban mezclando canciones con un estilo dubstep. Baile bastante y, de hecho, hubo un momento en que la “bailarina” más experimentada del lugar intercambiábamos pasos, lástima que venía acompañada. Estuve hasta las cuatro ahí y me fui a dormir.

Al siguiente día paseé por Budapest. Después de caminar un rato y de observar la Catedral y la Casa de Opera me subí a un camión tipo “Turibus”. Creo que ese día fue la mejor idea que pude tener porque caminando no hubiera podido llegar a todos los lugares que mostraba el camión. Vi algunos castillos, la casa del parlamento húngaro, las sinagogas, entre otras cosas. En este recorrido percibí a Budapest como una ciudad un tanto sombría.  Algo hay en el ambiente que provoca esa sensación. Quizás sea la historia tan caótica de esa ciudad.



Terminó el recorrido del camión pero aún había algunos lugares que no había podido ver bien, así que caminé de vuelta para allá. Estuvo un poco cansado pero valió la pena observar con más detenimiento algunas partes de la ciudad, más que nada, porque ese día el atardecer fue bastante bonito.


Después de mi caminata y de observar mejor la ciudad comí algo y regresé al hostal. Kirsty, la neozelandesa, me dijo que si estaba listo para la noche. Obviamente le respondí que si. Quedamos en vernos como a las 8. Mientras tanto, yo fui por algo de tomar a la tienda. Dieron las ocho y regresé al hostal para ver a mis nuevas amigas. Como buenas mujeres, tardaron un poco más en estar listas. Mientras tanto, conocí a una española con la que estuve platicando un rato. Listas la neozelandsesas, partimos hacia donde ellas estaban seguras que habría buenas fiestas. En el camino platicamos un poco, la verdad es que el acento neozelandés no me pareció tan claro y me costaba trabajo entenderles pero de alguna manera seguíamos conversando. Llegamos al lugar donde ellas estaban seguras íbamos a encontrar un grupo para hacer un “Pub Crawl” pero no encontramos a nadie. El plan inicial se frustró y terminamos paseándonos por algunos bares hasta que, sin querer, regresamos cerca del hostal. Una vez que nos dimos cuenta que estábamos muy cerca del hostal entramos al bar que estaba bajo el hostal, una vez más. Estuvo divertida la noche.

Al día siguiente me despertaron las neozelandesas con su escándalo, ¡ja!. Me bañé, platicamos un rato más por la mañana y como era probable que no nos viéramos el resto del día (nuestro último en Budapest), nos despedimos. Como ya había visto la mayor parte de la ciudad ese día fui a un museo que me había llamado mucho la atención, el Terro Haza Museum. Es un museo dedicado a los regímenes Nazi y Comunista en Hungría. Se encuentra en el exedificio de las policías secretas de estos regímenes. Está bastante cabrón lo que muestran adentro, pero bastante recomendable.

Después del museo, comí algo caminé un rato más por la ciudad. Regresé al hostal, hice un poco de tiempo ahí y más tarde me lancé a la estación de trenes para partir a Bucarest.