Llegué temprano a la estación de Budapest, el
tren salía hasta la 10:30 de la noche. Como aún tenía florines húngaros me
compré una hamburguesa en el McDonald’s que estaba cerca de la estación y me
regrese a comérmela a la estación. Cerca de la hora me acerqué al tren para
buscar mi vagón. Cómo era tren nocturno había pedido cama. En algún momento me
imaginé que iba a tener una especie de habitación sólo para mí pero cuando
llegué a donde me tocaba resultó que compartiría el “camerino”. Cuando llegué
solo había un señor rumano. Más tarde llegó un joven de veintitantos cuya
nacionalidad no adiviné. Justo unos instantes antes de que el tren partiera
llegó una señora rumana. Peculiar grupo de personas el que me había tocado. La
mayor parte del tiempo que estuvimos despiertos no hubo conversación. –Benditos
audífonos – pensé.
Después que partió el tren estuvimos despiertos
hasta la media noche. Yo fui el primero en ocupar mi cama, era una de las de
arriba. Me subí como pude, creo que ya no soportaba la falta de plática, ¡ja!.
Acomodé mi maleta como pude y me dormí.
Más tarde, me despertaron los gritos de los
policías aduanales rumanos que pedían los pasaportes. Al parecer todavía se
creen en tiempos de la guerra fría. Detuvieron el tren alrededor de media hora
mientras revisaban los pasaportes. Finalmente nos los devolvieron y el tren
continuó el viaje. Yo volví a dormir.
Habré despertado por ahí de las 10 de la
mañana, aún faltaban cuatro horas más de viaje para llegar a Bucarest. Me vestí
en el pequeño espacio que tenía y me senté con mis compañeros de camerino. Para
escaparme un rato de ahí me fui a desayunar. El desayuno fue bastante simple,
un té y una galleta. Me lo imaginaba más abundante. Ni modo.
El paisaje que se podía admirar era bastante
llamativo. De repente montañas escarpadas, de repente bosque, a veces pradera.
Dormí un rato más mientras escuchaba música.
Al fin llegamos a Bucarest, era alrededor de
las 2:30 de la tarde. La estación de tren era bastante simple. Otra vez
necesitaba encontrar el metro. Caminé fuera de la estación y encontré la
entrada al metro, pero aún no tenía dinero rumano. Alguna vez había leído de lo
habilidosos que son en Rumania y Bulgaria para robar dinero de los cajeros con
dispositivos electrónicos. Lo primero que leí en la pantalla del cajero cuando
lo encontré fue, precisamente, una advertencia al respecto. Me puse nervioso
pero hice el retiro. Cómo la gente del hostal me había enviado un correo
advirtiéndome de los abusos de los que eran presa los extranjeros preferí obtener
cambio, así que comí algo en el McDonald’s de la estación de tren. Sin hambre y
con cambio caminé al metro. Compré mi boleto sin mayor contratiempo y me fui a
la estación que me indicaban en las instrucciones del hostal.
Después de un recorrido más o menos largo
llegué a la estación indicada. Caminé a la salida. Resultó que estaba en medio
de una zona habitacional promedio. Se me hizo un poco extraño. Regularmente los
hostales habían estado situados en el centro. Pensé que probablemente me había
equivocado, pero no, el nombre de la estación y la avenida en la que caminaba
eran precisamente los que indicaban en la dirección del hostal. Continúe
caminando acorde a las instrucciones pero no encontré la siguiente calle. Seguí
un poco más adelante y nada. Comencé a preocuparme. Estaba por preguntar cuando
recordé que en el celular traigo google maps ¡Duh!. Tardé en encontrar una red abierta
pero al fin lo hice así que ubiqué la calle que no encontraba. Resultó que no
estaba tan lejos. Unos minutos después estaba ya muy cerca del hostal. Como no
tenía red y había gente les pregunté por la dirección. Resultó que estaba en la
mera esquina. Descubrí que mi hostal era más bien una casa de huéspedes ubicada
en un departamento rumano de los que habían sido construidos en la época del
comunismo. No me fascinó del todo la idea, pero ya estaba ahí.
Toqué el timbre. Contestaron el interfón. Ya me
esperaban. Me dijeron que subiera al octavo o noveno piso, no recuerdo bien.
Entré al departamento. Me recibió el buen Constantin, el dueño del lugar..
Constantin es un rumano de unos cuarenta cuatro años que estuvo trabajando en
cruceros después de la caída del comunismo. Ahora atiende este hostal junto con
su madre y espera, un día no muy lejano, irse a vivir a Nicaragua y abrir un
hostal en la playa.
Constantin me
mostró el lugar y me explicó cuáles eran los mejores lugares para ver en
Bucarest. Me dio algunos consejos y me preparó un Té. Bastante agradable. Me
gustó el lugar y la hospitalidad, pero sobre todo la oportunidad de estar en un
barrio en donde pudiera contemplar más de cerca la vida cotidiana en Rumania.
Lo único que no me fascinó es que era el único huésped. No habría oportunidad
de conocer a alguien ahí.
Después de haberme
de haberme instalado completamente no tardé mucho en salir del departamento.
Tomé mis mapas y me fui a conocer la ciudad.
El metro era el
mejor medio de transporte en Bucarest así que me mantuve usándolo prácticamente
todo el tiempo que estuve ahí. Lo primero que conocí fue la “Casa de Gobierno”
de Bucarest que es el segundo edificio más grande del mundo después del
Pentágono. Y si, una vez que caminas a su alrededor queda claro que lo es.
Después estuve
paseándome por las zonas aledañas al centro. Había muchos bares y mucha gente,
a pesar de que era domingo. Llegué inclusive a la plaza de la Revolución de
Bucarest, pero ya estando ahí recordé que no había comido entonces volví al
centro. Encontré un lugar de comida árabe y fue ahí donde comenzó mi romance
con los Kebabs de pollo ¡ja!. De verdad,
que rica y no tan cara comida.
Para cuando terminé
de comer ya era casi media noche, así que decidí regresar a la zona de bares
esperando encontrar uno en el que pudiera “crashear” solo. Encontré un lugar
bastante bueno que se asemejaba a un bar típico de la Condesa. Había bastante
gente y buena música, así que me clave sin pensarlo más. De nuevo, la primera
hora fue un poco lenta. Reconociendo el territorio. Había rumanas bastante
atractivas y muy bailadoras. Di un par de vueltas dentro del bar, justo pusieron
música para poder bailar de
pareja. Comencé a sentir la necesidad de sacar a bailar a alguna de las chicas
que me rodeaban. Pasaron unos segundos, vi una mesa de puras mujeres, me acerqué,
le pregunté en inglés a una que si quería bailar y, sin pensarlo, accediól. Así
fue cómo conocí a Andreaa, Ruxi y Andrea
(si, dos Andreas, ¡ja!).
Pasé el resto de la noche con ellas. De hecho me
invitaron a otro bar un poco menos agitado para continuar platicando. Ruxi fue
con la que más platiqué. Resultó que los mexicanos y los rumanos no somos tan
diferentes. En primer lugar, mi idea de que los rumanos eran pueblo eslavo fue
desmentida, son un pueblo latino también. Recién cayó el comunismo, los
primeros programas de televisión fueron telenovelas latinas, así que la mayoría
de los rumanos entiende o sabe algo de español. Hay una fuerte influencia
occidental, lo que según Ruxi, ha hecho que la juventud Rumana carezca de
identidad propia. Estuvo muy buena la plática. Las acompañé al lugar donde
cenarían, intercambiamos contactos de facebook y nos despedimos. Fue buena
noche.
Regresé caminando al Hostal. El camino no fue corto pero me gustó ver
Bucarest de noche. Una ciudad bastante tranquila.
Al siguiente día, fui a conocer varios de los sitios representativas de
Bucarest: Iglesias irtidixas con más de doscientos años (Iglesa Stavropoleos),
Ateneo Rumano, Museo Nacional de Arte, Jardines de Cismigiu, Casas de Música y
Teatro, El Arco del Triunfo Rumano, Parques, etc. Fue otro de esos días que
caminé cómo si nunca lo hubiera hecho en mi vida y, además, hacía un calor
infernal. Nunca imaginé que Rumania fuera tan caliente en verano. Terminé tan
cansado que ese día solo comí / cené y me regresé al hostal a la media noche.
Mi último día en Rumania fue tranquilo. Visité un par de parques más. La
verdad es que los parques de Bucharest son bastante bonitos y tranquilos, perfectos
para sentarse en el pasto a leer y escuchar música. Más tarde regresé a la zona
de bares, comí y, aunque iniialmente pensé en regresar al Hostal temprano me
metí a un bar que resultó tener Karaoke. Eso últiom fue el acabose. Me quedé
más tiempo en el bar. Salí como a las dos de la mañana de ahí y llegué casi a
las tres al hostal. Acomodé mis cosas, “dormí” una hora y Constantin me
despertó para que tomará el taxi que me llevaría al aeropuerto.
Mi vuelo salía a las seis de la mañana. Llegué como a las 4:30 al
Aeropuerto. Afortunadamente había hecho check in remoto así que tardé muy poco
en pasar a la sala de espera. Dormí casi todo el vuelo de camino a Varsovia.
Aunque solo fue hora y media.
Llegando a Varsovia no tenía muy claro que hacer. Una amiga me había
puesto en conctacto con Ania, una polaca que había conocido en Suecia. Ania me
ofreció quedarme en su departamento pero no nos pusimos de acuerdo en la
llegada. Además, yo no conseguía internet en el aeropuerto. Me senté un rato y
después ubiqué cuales eran las posibles alternativas de transporte. En mi paseo
dentro del aeropuerto, de repente, vi una cara conocida. Era el buen Ignacio,
el argentno de Viena. Volaba para Moscú. Pero como su vuelo aún tardaba fuimos
a desayunar y platicamos sobre los otros destinos que habíamos visitado después
de Viena. Conseguí internet en donde desayunamos y vi los mensajes que Ania me
había mandado casi una hora antes. Me decía que si lograba llegar antes de las
nueve me podría dar las llaves del departamento sino hasta las 6:30 de la tarde
nos veríamos. Leí el mensaje muy tarde. Ania me indicó también como llegar a su
casa del aeropuerto, así que eso simplificó la salida del aeropuerto.
Fui para su casa para reconocer el lugar donde iba a estar y dormir un
rato en los autobuses. Fue bastante fácil dar con su casa. Como tenía mucho
sueño busqué otro lugar donde dormir.... en la calle, ¡ja!. El departamento de Ania
estaba muy cerca del estadio de Varsovia, el que construyeron para la Eurocopa.
Así que me fui para allá. Eché un vistazo y vi que había unos jardines cerca
del estadio, así que me eché en uno y me dormí un rato.
Desperté con un poco más de energía y me fui al centro de Varsovia. Ahí
estuve dando la vuelta. Conociendo el Palacio de Gobierno y algunos otros
edificios e iglesias. Me volvió a dar sueño y encontré unas bancas bastante
cómodas cerca de la Universidad de Varsovia, así que me dormí otro rato ahí.
En mi camino al centro había visto algunos restaurantes que se veían
bien. El hambre no tardó mucho en hacer acto de presencia. Así que después de
mi siesta, regresé por el mismo camino para elegir un restaurante. Terminé en un
restaurante de cocina mexicana, Frida, o algo por el estilo era su nombre. Comí
unas empanadas y unas fajitas. No estuvo mal. Terminé de comer y ya era hora para poder
encontrar a Ania en su casa, así que agarré camino para allá.
Al fin pude conocer a Ania. La había visto en algunas fotos. Es más
bonita de lo que me imaginaba. Me mostró el departamento que comparte con otra
chica que en ese momento había salido de la ciudad. Bastante acogedor aunque,
como ella misma decía, un poco oscuro. Acomodé mis cosas y pensaba en darme un
baño pero antes, Ania me dijo que necesitaba ir al súper por que ya no había
nada en el refrigerador, así que mejor la acompañé.
Caminamos al súpermercado. No estaba muy lejos de la casa. Empezamos por
las frutas y verduras. Después hicimos una escala en la parte de bebidas,
escogimos un vodka y unas cervezas. Me enseñó a decir “Con permiso” en polaco (Przepraszam), había mucha gente en la fila. Cómo gesto de
cortesía pagué la cuenta del súper, que realmente no era muy cara. Eso hizo “enojar”
a Ania. ¡Ah esas europeas tan independientes!, jaja. Me dijo que me odiaba y que
no debía de haber hecho eso, jaja. Justo en esos momentos llegó una amiga suya,
Olga. Ania sacó dinero del cajero y trató de pagarme (no importa la
nacionalidad, que necias son las mujeres) pero le dije que no era necesario.
Caminamos de regreso a la casa, mientras la tensión postpago del súper se
alivianaba.
Ania preparó la cena, una pasta súper rica y, además, preparó una
especie de licuado de naranja con fresas para mezclarlo con el vodka. Olga,
Ania y yo platicamos por largo rato. Nos compartimos música, y hubo una canción
en especial que marcó el tiempo en Varsovia, la canción favorita de Ania: Home
de Edward Sharpe & The Magnetic Zeros. Nos fuimos a dormir por ahí de las
dos de la mañana con algo de alcohol en la sangre y con una sonrisa después de
lo platicado y vivido ese día.
Olga regresó a su casa al día siguiente. Ania y yo pasamos casi todo el
día juntos. Me mostró alguno de los barrios de Varsovia. Ella iba en bicicleta
y yo en patines. Tenía rato que no andaba en patines así que no fue tan
sencillo. Nos paramos un par de veces a comer algo y mientras tanto,
platicábamos de lo primero que se nos venía a la mente. De vez en cuando
también me recordaba que me seguía odiando por lo del súper, ¡ja!. Y en otras
ocasiones tarareábamos Home al ir pasando por las calles. Estuvo bastante chingón
pasar ese día con Ania. De hecho, todo iba muy bien hasta que me dijo que tenía
novio desde tres semanas antes que yo llegara (¡Qué chingadera!). La acompañé a
casa de un amigo por un colchón inflabe pues otras amigas suyas llegarían de
su pueblo natal. Esa parte fue la más difícil de andar en patines, de hecho,
estuve por quitármelos pero resistí y logré llegar hasta la casa del amigo.
Para cuando llegamos a la casa del amigo de Ania, las otras chicas ya
habían llegado a casa de Ania. Recogimos el colchón y nos apuramos. Las
alcanzamos en un restaurante cerca de la casa de Ania. Moría de sed, pedí una cerveza que me supo como nunca antes una cerveza me había sabido. Ania me presentó a sus amigas, Ewelina y Edyta. Ellas serían
las nuevas compañeras de fiesta para esa noche. Tomamos más cervezas y nos
fuimos para el departamento.
En el departamento preparamos más bebida para mezclar con el vodka y
también algo de comida. Llegó una cuarta amiga, Paulina. Me presenté con
Paulina y las demás se empezaron a reir. Les pregunté a que se debía la risa.
Resultó que mi nombre es el mismo del de un padrote polaco muy famoso. Les dio
risa pensar que cuatro chicas estarían con un hombre con ese nombre. Ania me
dijo algo así como “Hoy seremos tus putas”, ¡ja!.
Salimos más tarde del departamento hacia un bar al aire libre.
Llevábamos vodka y además compramos algunas cervezas en el lugar. Buena platica
y buena música en el lugar. Me la pasé bien, pero no tanto como cuando caminamos de
regreso a la casa. En el camino de regreso Ania y yo comenzamos a correr y a
jugar por la calle, nos cruzábamos sin importarnos mucho si venían carros o no.
Obviamente los dos teníamos un nivel alto de alcohol en la sangre. Ewelina y
Edyta solo nos veían, aunque más tarde me dijeron que dejara un momento sola a
Ania. Pasamos por un Kebab. Ania y yo compartimos uno. Justo antes de comer, no lo pude evitar y traté de besarla. Su reacción no fue positiva, me
dijo “no lo hagas, acuérdate que tengo novio” o algo así. Fue impulso, tenía
ganas de hacerlo. Habiendo terminado de comer, retomamos la caminata hacia el departamento. Mientras
que caminábamos Ania empezó a cantar “Home” otra vez. Mientras ella lo hacía yo
aplaudía y le hacía coro. Ella sonreía. Las oscuras calles de Varsova se
iluminaban con nuestra canción y yo siempre recordaré ese día como uno de los
más chingones en Europa.
Al día siguiente Ewelina, Edyta y yo paseamos por el centro de Varsovia.
Ania se quedó en casa para arreglar algunas cosas. El paseo por el centro estuvo
bastante bueno porque era el día de la inauguración de la Eurocopa. Había
chingos de gente y el ambiente estaba de lo mejor. Definitivamente estar en un
evento de la talla de una Eurocopa o similares es una experiencai que se tiene
que vivir.
Regresamos más tarde al departamento.Ania estaba con su novio. Se me
rompió un poquito el corazón, ¡ja!. Acomodé mis cosas pues más tarde partía
hacia Riga. Estuve un rato más con Ania, Ewelina y Edyta tomando vodka. Llegó
la hora de partir. Me despedí de Eweilna y Edyta. Ania me acompañó a la parada
del autobus. Le dije que había estado muy chingón conocerla y que ojalá algún
día nos volviéramos a ver, le di las gracias por haberme dejado quedar con
ella. Nos abrazamos y subí al taxi. Creo que pocas veces en mi vida me había
costado tanto partir de un lugar.
Llegué a la terminal solo unos minutos antes de que el camión a Riga
partiera. El vodka aún estaba haciendo efecto. Me puse mis audifonos mientras
el camión comenzaba a moverse. Re: Stacks de Bon Iver se apoderó de mi desde
ese momento. Haciendo un ligero recuento de lo vivido en los últmos días y con
esa cancón de fondo fue inevitable soltar algunas lágrimas. Chnigonería total
lo que pasó en Varsovia.
Dejo el video de "Home" que es una de las canciones más chingones que he escuchado en los últimos años. Pocas canciones describen tan claramente lo chingón de cuando encuentras a ese alguien con quien compartir la vida por el tiempo que sea.
Home is wherever I'm with you!
Home is wherever I'm with you!