jueves, 9 de agosto de 2012

Europa (4)


Llegué a la estación de Tren de Praga esperando salir a las dos de la tarde pero nunca encontré el andén ni el tren que supuestamente me llevarían a Viena. Espere una hora más y partí a las tres de la tarde para Viena. El recorrido de Praga hacia Viena también fue bastante bonito, praderas verdes y ocasionalmente bosque.

Antes de llegar a la estación de Viene revise las instrucciones para llegar al Hostal. Como la estación principal estaba cerrada por obras, parecía que iba a ser muy complicado llegar al Hostal. Afortunadamente, resultó más sencillo de lo que pensé.  Únicamente tenía que tomar una línea del tren. Después de llegar a la estación, caminé tratando de encontrar el hostal pero no daba con la calle así que una vez más tuve que preguntar. No tuve mucha suerte con los primeros a los que les pregunté, de hecho no hablaban inglés solo alemán. Finalmente, en un puesto de revistas me dijeron que el hostal estaba a una, máximo dos cuadras del hostal.

El hostal resultó ser bastante grande y con bastante huéspedes. Pertenece a una cadena de hostales llamada “Wombats”, bastante buenos. Llegué a mi cuarto, acomodé mis cosas y conversé un rato con uno de los otros huéspedes que estaban en el cuarto, el buen Ignacio. Ignacio era un argentino que llevaba casi mes y medio viajando, muy buena gente. La conversación no fue tan extensa porqué tenía hambre así que me fui a buscar algo de comer. Encontré un McDonald’s  muy cerca del hostal así que ese día hamburguesa fue la comida. Terminé de comer y me fui a dar una vuelta para ver que bares había cerca. No encontré mucho, la mayoría eran cafés / bar, prácticamente vacíos o muy pequeños. Era lunes así que, probablemente, era una situación más bien lógica.

La última noche en Praga había conocido a una austriaca (Zara) que me había dado el nombre de buenos lugares para salir, así que fui en busca de ellos. Cómo tenía tiempo y quería conocer más de la ciudad decidí caminar del hostal hacia el lugar donde se ubicaban esos bares. El camino resultó no ser tan corto, pero tuve oportunidad de ver algunos barrios de la ciudad y, además, me encontré con un chingo de “Table dance” austriacos. Muy pintorescos porque tienen “vitrinas” desde donde te saludan las chicas y te invitan a pasar. Continúe caminando hasta llegar a los bares de los que me había platicado. Resultó que los bares eran más bien antros. Había bastante gente y buena música, así que me emocioné. Quise entrar a uno y no pudo, me dijeron que era “evento privado”. Fui a otro, y me dijeron que si no era estudiante no podía entrar. “Chale”, dije y me desesperé un poco. Pensé que la noche ya había valido madre, así que caminé de regreso al hostal. Topé otro antro del mismo estilo de los primeros, pero ya no me animé a preguntar así que continúe regresando. Era alrededor de la una de la mañana y aunque caminaba de vuelta al hostal, seguía necio a encontrar algún lugar para pasar lo noche. Por un momento, pensé en meterme a uno de los “teibols”, pero nah, el chiste era conocer a gente normal. De pronto, mis oídos percibieron el sonido de música bastante buena. Seguía la melodía y llegué a un bar, que aunque aparentaba estar vacío a la entrada albergaba a bastante gente joven n su interior. ¡EH!, había encontrado mi lugar. Pedí unos tragos y me puse a bailar. Había un chingo de chavas. La mayoría como de 21 – 22 años. El ambiente era hipster y la música estaba bastante buena. La pasé bastante bien ese día. Finalmente, terminé conociendo a la que, en un inicio, me pareció la mujer más linda del lugar. Natalia, era su nombre y hablaba español. De hecho, cuando empezamos a platicar estaba emocionada porque estaba conociendo a un latino.  Me la pasé bastante bien esa noche. Me gustó lo que pasó, de no tener ni un lugar a donde caer, terminé en lo que más bien fue fiesta de reencuentro de unos amigos de preparatoria de Austria y, no solo eso, sino que terminé con la chica más linda de lugar.

Al día siguiente, recién me desperté encontré a Ignacio aún en la habitación. Me platicó que iba a ver un castillo, me invitó. Cómo yo no tenía un plan muy definido y quería conocer también ese castillo (Schonbrunn) me fui con él. Nos aventamos unas pláticas bien interesantes tanto de Latinoamérica como de la perspectiva laboral y de vida en nuestros respectivos países. Resulta que este último punto no es tan distinto en nuestros países. El Castillo perteneció a la dinastía de los Habsburgo y tiene unos jardines y esculturas muy bonitos, creo que es uno de los lugares que deben ser visitados en caso de ir a Austria.





Después de ver el castillo caminamos de vuelta al Hostal. Ignacio continúo su camino hacia el Danubio, yo pasé un momento al Hostal, comí algo y me fui a otro castillo (Belvedere). Ese día caminé un chingo, para no variar, pero tuve oportunidad de conocer varios parques y edificios. El castillo también es bonito aunque es más pequeño que el Schonbrunn y, además, es gratis.





La noche de aquel día la pasé en el Bar del Hostal. Ahí conocí a unas canadienses bastante lindas aunque se fueron temprano, después me hice amigo de la bar tender (Julia) y, más tarde, conocí a María, una alemana e ingeniero químico que estaba ahí por algo de trabajo o al menos eso recuerdo. Más tarde me encontré con Ignacio y echamos unas chelas también. De hecho, ahora que recuerdo también me encontré con uno de los canadienses de Praga. Fue otra noche de lo mejor, Julia terminó más tarde conmigo.

Continúe conociendo el centro de Viena. Creo que es una de las ciudades más bonitas en las que he estado. Casi para cualquier lado que se mire uno encuentra algún edifico, iglesia o escultura a la cual sacarle foto. Además, tienen una cultura similar a la alemana en donde todo guarda un orden casi perfecto. La tercera noche no fue tan movida como las primeras dos, así que ese día dormí un poco más temprano.



Al siguiente día partí después del medio día reinicié mi camión hacia el este. Mi siguiente destino sería Budapest. No era un recorrido tan largo, alrededor de tres horas y media. No sabía que esperar de esas ciudad. En realidad nunca supe que esperar de alguna de las ciudades que visité. En general, no hice un investigación de lo que había en cada lugar sino que, más bien, esperaba hacer mi magia y dejarme sorprender por el lugar.

Recién llegué a Budapest percibí un cambio con respecto a las otras ciudades en las que había estado. La estación era más simple y de hecho se veía algo vieja. Lo primero que hice fue reservar mi lugar para el siguiente destino del viaje (Bucarest) pues tenía que tomar un tren nocturno para llegar allá. Una vez con mi boleto listo para Bucarest busqué el metro pues tenía que tomarlo para llegar al hostal. Esta vez la entrada al metro no estaba dentro de la estación de trenes. Salí a buscarla, mientras caminaba no pude dejar de notar que las húngaras son bastante guapas.  Encontré la entrada al metro unos cuantos metros fuera de la estación de tren. Afortunadamente cuando compré mi boleto para Bucarest, aunque había pagado con euros me dieron cambio en florines húngaros así que pude comprar mi boleto del metro sin problemas. Las instalaciones del metro húngaro lucen viejas e incluso un poco descuidadas, al igual que los vagones. Sin embargo, funcionan bien.

Mi recorrido en metro no fue muy largo. Llegué a una plaza donde debía tomar un tranvía que me dejaría a unas cuadras del hostal. Pensé en caminar por un momento, pero después de preguntarle a un señor si estaba cerca me sugirió que tomara el tranvía. La parada a la que tenía que llegar no resultó estar tan lejos como el señor lo sugirió. Al menos estuvo entretenido el paseo en tranvía. Tardé un poco en dar con el hostal. De nuevo me negué a preguntar y caminé sin estar seguro del rumbo. Cuando al fin pregunté, resultó que estaba caminando en dirección contraria a donde estaba el hostal.  Ya caminando en la dirección correcto no tardé más de diez minutos en dar con el hostal.

El hostal estaba en el segundo piso de un edificio y, de acuerdo, a lo que había leído el resto del edifico era un bar/antro, lo cual resultó ser cierto. Una vez instalado tomé un baño y me rasuré la cabeza. Después salí a dar una vuelta y a buscar donde comer. Terminé en un restaurante en una plaza equivalente a Coyoacán en Budapest. Ese día comí platillos húngaros tradicionales. Me gustaron. Después de comer, continúe caminando por los barrios aledaños al hostal hasta que llegó la noche.

Compartía mi cuarto con unas neozelandesas que me cayeron bastante bien. Lucy, Kirsty e Leigh eran sus nombres. La primera noche se quedaron a descansar pero prometieron que al siguiente día haríamos algo. Le pregunté al recepcionista del hostal si sabía de alguna buena fiesta, buscamos en internet y resultó que había un evento en un bar cercano. Hice tiempo caminando y después me lancé a la fiesta. El lugar resultó bastante pintoresco. El local eran los dos últimos pisos de un edifico abandonado. Lo que no estuvo tan padre es que fui el primero en llegar y aunque estuve casi un par de horas únicamente llegarían unas quince personas más. La música estaba buena pero sin personas no tenía caso que me quedara ahí por mucho tiempo.



Salí de ahí y caminé de regreso al hostal sin dejar de tratar de encontrar fiesta en algún lugar. No fue hasta que llegué al hostal que encontré el mejor lugar para quedarme, el bar que estaba debajo del hostal. Había mucha gente y, además, tenía diferentes secciones con diferentes tipos de música. Yo me quedé en donde estaban mezclando canciones con un estilo dubstep. Baile bastante y, de hecho, hubo un momento en que la “bailarina” más experimentada del lugar intercambiábamos pasos, lástima que venía acompañada. Estuve hasta las cuatro ahí y me fui a dormir.

Al siguiente día paseé por Budapest. Después de caminar un rato y de observar la Catedral y la Casa de Opera me subí a un camión tipo “Turibus”. Creo que ese día fue la mejor idea que pude tener porque caminando no hubiera podido llegar a todos los lugares que mostraba el camión. Vi algunos castillos, la casa del parlamento húngaro, las sinagogas, entre otras cosas. En este recorrido percibí a Budapest como una ciudad un tanto sombría.  Algo hay en el ambiente que provoca esa sensación. Quizás sea la historia tan caótica de esa ciudad.



Terminó el recorrido del camión pero aún había algunos lugares que no había podido ver bien, así que caminé de vuelta para allá. Estuvo un poco cansado pero valió la pena observar con más detenimiento algunas partes de la ciudad, más que nada, porque ese día el atardecer fue bastante bonito.


Después de mi caminata y de observar mejor la ciudad comí algo y regresé al hostal. Kirsty, la neozelandesa, me dijo que si estaba listo para la noche. Obviamente le respondí que si. Quedamos en vernos como a las 8. Mientras tanto, yo fui por algo de tomar a la tienda. Dieron las ocho y regresé al hostal para ver a mis nuevas amigas. Como buenas mujeres, tardaron un poco más en estar listas. Mientras tanto, conocí a una española con la que estuve platicando un rato. Listas la neozelandsesas, partimos hacia donde ellas estaban seguras que habría buenas fiestas. En el camino platicamos un poco, la verdad es que el acento neozelandés no me pareció tan claro y me costaba trabajo entenderles pero de alguna manera seguíamos conversando. Llegamos al lugar donde ellas estaban seguras íbamos a encontrar un grupo para hacer un “Pub Crawl” pero no encontramos a nadie. El plan inicial se frustró y terminamos paseándonos por algunos bares hasta que, sin querer, regresamos cerca del hostal. Una vez que nos dimos cuenta que estábamos muy cerca del hostal entramos al bar que estaba bajo el hostal, una vez más. Estuvo divertida la noche.

Al día siguiente me despertaron las neozelandesas con su escándalo, ¡ja!. Me bañé, platicamos un rato más por la mañana y como era probable que no nos viéramos el resto del día (nuestro último en Budapest), nos despedimos. Como ya había visto la mayor parte de la ciudad ese día fui a un museo que me había llamado mucho la atención, el Terro Haza Museum. Es un museo dedicado a los regímenes Nazi y Comunista en Hungría. Se encuentra en el exedificio de las policías secretas de estos regímenes. Está bastante cabrón lo que muestran adentro, pero bastante recomendable.

Después del museo, comí algo caminé un rato más por la ciudad. Regresé al hostal, hice un poco de tiempo ahí y más tarde me lancé a la estación de trenes para partir a Bucarest.

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