domingo, 15 de julio de 2012

Europa (2)


Tomé el metro del aeropuerto hacia la estación de tren. Tardó un poco en pasar, mientras tanto, admiraba en silencio a una mujer que me pareció bastante atractiva, era sólo el comienzo de lo que esperaba de Europa en ese aspecto. Llegó el tren y abordé. Comenzó el paseo subterráneo que tras algunas estaciones ascendería a la superficie y podría contemplar parte de los suburbios de Londres, se veían bastante tranquilos y bonitos. Finalmente regresamos a la parte subterránea y, un poco más adelante, a la estación internacional de tren.

En la estación de tren encontré WiFi gratis así que una vez más estaba comunicado con el continente americano. Di un par de vueltas para conocer la estación y ubicar el lugar donde podía comprar el boleto hacia el siguiente destino, Francia era lo lógico. Compré mi boleto que saldría hasta el siguiente día, lo cual no estaba contemplado, pero ¿qué podía hacer? Solo una cosa y era aprovechar mi tiempo en Londres. Así que una vez con boleto para Lille, Francia tomé el metro, revisé el nombre de diferentes estaciones y, gracias a todo eso que alguna vez leí de historia y cultura general, ubiqué las que me llevarían a algunos de los destinos más conocidos de Londres.


 Era día laboral, así que el metro estaba bastante concurrido igual que el resto de las calles. Llegué a mi primera estación cerca del Tower Bridge y de la misma Torre. Eché un vistazo, tomé unas fotos y seguí caminando no sin antes preguntar en la calle dónde encontraba el “Big Ben”, obtuve la información y continúe mi camino. Mientras caminaba, obviamente observaba la dinámica de mi primera ciudad Europea. Tuve que adecuarme a los nuevos sentidos de tránsito, olvidaba que ese pequeño detalle del cambio del lado del volante altera todo. Había bastante gente bien vestida caminando por las calles, utilizando el transporte público, etc. En algunos bares, fuera de sus puertas, se observaba gente que recién había salido de la oficina consumiendo cerveza. En algunas partes también se observaba publicidad de las olimpiadas aunque aún era escasa. Había grupos de adolescente jugueteando en los parques y jardines cercanos al Tower Bridge, se respiraba cierto aire de felicidad.

Tomé nuevamente el metro que me llevaría a la Abadía de Westminster que está solo separada del London Eye por el Támesis. Así que ahí maté algunos pájaros de un solo tiro, vi el Big Ben, me trepé al London Eye (eché un ojo a todo Lóndres desde las alturas) y caminé por la Abadía de Westminster y el parlamento Inglés. Después de eso, ya era algo tarde, quería continuar mi travesía pero algo me decía que ya había abarcado lo más que podía en mi pocas horas de estancia en Londres, así que lo mejor era regresar cerca de la estación de tren, comer algo y buscar un lugar para dormir.



La búsqueda de un lugar para comida arrojo como resultado un Burger King.  Vaya que el tipo de cambio encarece bastante una comida en uno de estos restaurantes, pero bueno, no estuvo mal. Pasé un rato en el Burger King, continúe leyendo uno de los libros que traía para “matar” tiempo y después eché un vistazo alrededor para ver si había lugar para dormir. Había bastantes hoteles pero todos estaban llenos, así que tendría que pasar la noche en la estación de tren.

Antes de ver que confortable lugar escogería para dormir, de la no tan acogedora estación de tren, caminé algunas cuadras para ver que más encontraba, quizás un bar. No encontré algún lugar atractivo abierto, al parecer no era el mejor barrio para hacerlo. Regresé a la estación de tren y estuve dormitando en una banca por un tiempo, no veía mucha gente. Más tarde decidí cambiarme de lugar y ver que más había en la estación de tren. Encontré más gente y un lugar más cómodo en el que continúe dormitando hasta casi las 5:30 de la mañana. A esa hora comenzó a haber más movimiento, los restaurantes y cafés empezaron a abrir. Fui a comprar algo de desayunar y a cambiar las libras que me sobraban a euros. Me formé para entrar a los andenes. Estaba a escasa media hora de partir hacia Francia, Lille era la estación siguiente.

Abordé mi tren y encontré mi lugar justo a un lado de la ventanilla, me emocioné pero la verdad es que el sueño me venció pronto. Apenas desperté cuando paró el tren -pregunté qué estación era- me dijeron “Lille”, medio dormido agarré mis cosas y me apresuré a bajar. Nuevamente, estaba en un lugar del que no tenía idea y con una lengua que aunque he estudiado no la manejo tan bien como el inglés. Una vez más hice recorrido de conocimiento de la estación, ubiqué el lugar donde podía comprar mi boleto, lo hice sin problemas. Tenía que cruzar unas calles para llegar a la estación de donde salía el tren. Mis primeros pasos en Francia. Lucía interesante. Algunas de las primeras imágenes fueron: un grupo de niños de la escuela guiados por su maestra, la torre de una iglesia que sobresalía del resto de los edifico y los taxistas fuera de la estación de tren. Mi tren salía en unos minutos así que apuré el paso. Abordé, ubiqué mi lugar e inició mi camino a Paris, que estaba a poco menos de una hora de Lille.

Una vez en Paris, pensé: “Qué chingón estar en Paris pero es mi cuarto día lejos de mi maleta, necesito ir por ella. Paris será para otra ocasión”. Me formé para comprar mi boleto, quería el primer tren que saliera Frankfurt. Eso fue lo primero que le dije a la señorita que me atendía. Su respuesta fue que no había trenes para ese día sino hasta el siguiente - Ni modo, démelo –  Así que ya no había opciones tendría que echarle un vistazo a Paris. No es que fuera gran sacrificio pero necesitaba ropa limpia. 

Una vez más, me senté por unos momentos en la estación, pensando en que haría. Por un momento, me pasó por la cabeza pasar la noche en la estación. Pero no, ya era demasiado. Así que salí a caminar cerca de la estación de tren. Vi que había varios hoteles cerca, algunos tenían los costos de las habitaciones en la puerta. Estaban caros (90 – 100 Euros). Así que continúe la caminata sin alejarme mucho de la estación. Vi otra estación de Tren, la Gare d’est. Yo había llegado a la Gare du Nord. Eso sería importante al siguiente día. Al fin encontré un par de lugares que me parecieron de mejor precio. En el primer lugar que pregunté me pareció caro (70 euros) y me “amenazaron” con que si no me decidía rápido, la habitación se ocuparía. -A chingar a su madre- pensé ¡ja!. En el segundo lugar, fueron más amables y el precio fue mejor (47 euros), no había más que pensar. Pagué, me dieron mis llaves y subí a ver qué tal estaba mi cuarto. Por primera vez en tres noches pude ver una cama, así que no resistí, me quité la ropa y dormí por un par de horas. Una vez repuesto dije “Paris, aquí voy”.

Pedí indicaciones y un mapa en la recepción del hotel, me las dieron y salí a tomar el metro. Mi primer destino fue la Catedral de Notre Dame. Salí del metro por un elevador hacia un callejón, me pareció peculiar eso. Caminé del callejón hacia la calle principal y desde ahí ya se veía la catedral. El clima era perfecto, cielo azul, sol y una brisa que llevaba un poco del rocío del Río Sena que cruza por ahí. Llegué a la Catedral, me emocioné. Comencé a tomar fotos y recordé algunos datos de mi clase de Historia del Arte de la prepa. Admiré los arcos, las gárgolas, las columnas, los vitrales, etc. Era la historia frente a mí. Entré a echar un vistazo y resultó que había misa. Pensé por un momento en irme, pero me dije “Bah, creo que esto lo han presenciado reyes, quizás deba quedarme” así que presencié gran parte de la misa. Fue buena experiencia. Justo terminó la misa, cerraron la catedral. Eché un vistazo alrededor de la catedral, seguía contemplando los detalles arquitectónicos. Después continúe paseando por los pasillos a un lado del río. Quedé fascinado viendo a tantos grupos de jóvenes (especialmente por las francesas) sentados como en un día de campo tomando vino o cerveza. Quería quedarme pero el tiempo corría y aún faltaban otros lugares que observar.

Regresé al metro, era turno de ir hacia la torre Eiffel. Esta vez me tocó un tren que era de dos pisos, primera vez que veía uno de ese tipo. Llegué a la estación más “cercana” (resultó que no lo era tanto) y caminé a la torre Eiffel. El camino del metro a la torre fue bastante pintoresco, árboles muy verdes y algunas flores, el río a un lado. Al fin llegué frente a la Torre. Había mucha gente esperando subir, así que yo me resigné solo a verla desde abajo. Caminé por los jardines que la rodean, más flores, más gente sentada tomando vino y conversando. Comencé a entender por qué tanta gente dice que Paris es la ciudad del amor o algo así. En ese momento de verdad quería estar acompañado, sentarme, beber una cerveza o una copa de vino con alguna bella mujer y conversar mientras el atardecer caía. Si, de eso se trata Paris. Será para otra ocasión.



Revisé el mapa una vez más. El Arco del Triunfo y Los Campos Elíseos parecían no estar tan lejos. Resultaron tampoco estar tan cerca. La caminata fue un poco larga pero me permitió ver más calles. De hecho encontré una agencia de carros (BMW) donde había un evento, y como iba más o menos bien vestido eché un vistazo. Qué bonitas edecanes y que carros tan caros ¡ja!. Al fin llegué a los Campos Elíseos, justo cuando volteé para ubicar el Arco del Triunfo el sol iba descendiendo, de tal manera, que se veía justo entre el Arco. Una de las imágenes más bonitas del viaje. La gente se detenía y cruzaba la calle solo para observar eso. Yo caminé hasta el Arco. Le eché un ojo y una vez ahí me senté para descansar. 

 
Habiendo descansado un poco, continúe mi caminata por los Campos Elíseos esperando llegar a Louvre. En el camino me detuve en algunas tiendas de música y arte, bastante interesante,  pero no compré nada. Después de una larga caminata, llegué hasta lo que parecía ser el Palacio que rodea al Louvre o algo así, pero ya era demasiado tarde para llegar a Louvre, así que emprendí el regreso, pues no tardaban en cerrar el metro o al menos eso creía yo. Para ese momento ya estaba sumamente cansado pero conseguí llegar al metro. Fue curioso que como andaba más o menos bien vestido, algunas personas me preguntaban sobre direcciones o lugares, solo respondía que yo era turista. Eso fue importante porque ya en el metro, después de pasar por las estaciones de la Bastilla y de Orsay, en las que me dieron muchas ganas de bajarme, unos húngaros se acercaron a preguntarme como llegar a su estación, los ayudé, pero ellos me confundieron. Así que por media hora estuve perdido en una estación lejana y sin personas a quien preguntarles. En ese instante comenzaba a cundir el pánico, pero me calmé y eché un vistazo alrededor. Resultó que solo tenía que salir de la estación y cruzar hacia otra y así tomaría el tren de vuelta a la estación en la que me debí de haber bajado desde un inicio y en la que los húngaros me confundieron, ¡ja!

Llegué a mi estación, era casi la una de la mañana. Busqué algún restaurante para comer, encontré un lugar de hamburguesas. Pedí mi orden en francés y toda la cosa, era la tercera vez que hacía uso de mis estudios en esa lengua. Me llevé la hamburguesa al hotel, mientras revisaba cosas en internet comí. Me bañé y dormí.

Desperté a las 6:20. Mi tren salía a las 7:05, y estaba a solo dos cuadras de la estación. Había tiempo así que me vestí con tranquilidad, ordené mis cosas y salí listo para tomar el tren que al fin me llevaría por mi maleta. Regresé a la misma estación a la que había llegado y en la que había comprado el boleto. Vi los tableros de salida y no vi anunciado mi tren, eran alrededor de las 6:40. Me dije – Seguro ahorita aparece, hay tiempo-. Pasaron algunos minutos, eché otro vistazo a los tableros y nada sobre mi tren. Comencé a ponerme nervioso, así que busqué alguien a quién pudiera preguntar. No encontré nada. Decidí esperar un momento más, ya solo faltaban quince minutos y nada sobre mi tren. Pensé en preguntar en el mismo lugar donde había comprado el boleto pero había una larga fila, en lo que llegaba mi turno seguramente mi tren ya se habría ido. Ya solo faltaban ocho minutos para mi tren, al fin vi a una persona de información, le pregunté sobre mi tren. Ve mi boleto y me dice “Tú tren no sale en esta estación –la del Norte- sale de la del Este”. Empieza a cundir el pánico y recuerdo que el día anterior había visto la “Gare d’est” muy cerca, así que salgo corriendo a la calle. Sabía que estaba cerca pero no estaba seguro de que dirección, no había más que preguntar. Pregunté a una persona en la calle, corrí hacia donde me indicó. Volví a preguntar a otra persona y me quedó más claro. Corrí a todo lo que daba. Al fin visualizaba la estación. Crucé las puertas, vi los andenes, mi tren aún estaba ahí. Vi el reloj, faltaban 2 minutos para que partiera. Apenas tuve aliento para preguntar a una de las señoritas cual era mi vagón. Subí, ubiqué mi asiento, me senté y al fin pude respirar con alivio. Toqué una vez más el asiento para asegurarme que fuera real y el tren comenzó a avanzar. 

Con este cúmulo de emociones y experiencias accidentadas fue como transcurrieron mis primeros dos días en Europa. Emocionante, sin duda, pero también fue un poco estresante. Lo que vi en Londres y Paris fue apenas una probada, especialmente en Londres. Aún así lo disfruté. Quiero regresar a París con alguien a romancear, o bien, conocer a alguien en Paris y romancear, ¡ja!.

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